Por Bruno Theilig (@brunotheilig), escritor y gestor cultural argentino.
Hablar de Sócrates es hablar de filosofía, de conocimiento, de saberes o de no saber nada (su cita más famosa, reconocida y satirizada en la actualidad); pero también es hablar del pensamiento crítico y de su profesión de maestro cuestionador. De este último término, que me permito inventar, se desprende la mayéutica: este modo de pensar o de repensar que tenía Sócrates y que ponía en práctica con sus discípulos.

¿Qué es la mayéutica?
El término mayéutica proviene del griego y se traduce como obstetricia, la profesión que se dedica a asistir en el parto. La madre de Sócrates, Fenáreta, era partera, una de las pocas en su comunidad. Sócrates tomó este término médico y lo reinterpretó en un contexto filosófico.
Mientras que la mayéutica en su sentido literal se refiere al arte de partear o asistir en el nacimiento de un bebé, Sócrates lo transformó en el arte de ayudar a dar a luz conocimientos. Esta analogía tiene sentido si consideramos que la mayéutica socrática se basa en hacer preguntas que guían al interlocutor a reflexionar y descubrir las respuestas por sí mismo.
Aquí podemos citar a Platón, discípulo directo de Sócrates, quien dijo: Aprender es recordar.
En esencia, Sócrates veía el conocimiento como algo que ya reside dentro de cada individuo, pero que a menudo está latente o no reconocido. Su método mayéutico actuaba como una especie de partera intelectual, ayudando a las personas a dar a luz esas ideas y conocimientos que ya poseían internamente. A través de un diálogo cuidadoso y preguntas estratégicas, Sócrates guiaba a su interlocutor a examinar sus propias creencias, desafiar sus suposiciones y llegar a conclusiones más profundas y fundamentadas.
La mayéutica socrática no se trataba de impartir conocimientos directamente, sino de estimular el pensamiento crítico y la autorreflexión. Sócrates creía que el verdadero aprendizaje ocurría cuando las personas llegaban a sus propias conclusiones a través de un proceso de indagación y razonamiento.
Este enfoque se basaba en la convicción de que el conocimiento genuino no es simplemente memorizar información, sino comprenderla y ser capaz de aplicarla de manera significativa. La mayéutica socrática buscaba cultivar la autonomía intelectual y la capacidad de pensar por uno mismo.
El pensamiento, la actualidad, la mayéutica
En la era digital actual, la inmediatez y la superficialidad se presentan como amenazas constantes al pensamiento profundo y reflexivo. La sobrecarga de información, la velocidad de las comunicaciones y la constante distracción que nos rodea pueden llevarnos a un estado de pensamiento superficial, donde las opiniones se forman rápidamente y sin un análisis profundo. En este contexto, la mayéutica socrática resurge con una fuerza renovada, recordándonos la importancia de cultivar un pensamiento crítico y reflexivo para enfrentarnos a los desafíos de un mundo complejo y en constante cambio.
La mayéutica, como método de indagación y reflexión, nos invita a cuestionar nuestras propias creencias y suposiciones, a buscar la verdad a través del diálogo y a reconocer la importancia del autoconocimiento. A través del arte socrático de preguntar, somos guiados a examinar nuestras ideas, a identificar contradicciones y a construir un conocimiento más sólido y fundamentado.
En un mundo donde las opiniones y la información se propagan rápidamente, la capacidad de pensar por uno mismo se vuelve esencial. La mayéutica nos proporciona las herramientas para desarrollar un pensamiento autónomo y crítico, permitiéndonos evaluar la información de manera objetiva, formar nuestras propias opiniones y tomar decisiones informadas.
Así, el legado de Sócrates se manifiesta en cada conversación, en cada debate y en cada momento en que nos detenemos a reflexionar sobre nuestras propias ideas. Nos recuerda que la sabiduría no es un estado final, sino un camino que se recorre con humildad, coraje y una pasión inquebrantable por el autoconocimiento.
La mayéutica socrática trasciende la mera técnica filosófica; es una invitación a vivir de manera consciente, a cuestionar sin temor y a abrazar la complejidad de nuestro propio ser. Nos recuerda que la verdad, aunque a veces esquiva, siempre se revela ante aquellos que se atreven a indagar en el silencio de sus propios pensamientos y a cuestionar el mundo que los rodea.
La libertad de pensamiento es un derecho y una responsabilidad.
Sócrates ya no está; estamos nosotros que, lejos de ser Sócrates, caminamos los humanos abismos sin levantar sospecha de un solo rasgo de sabiduría. Sin embargo, compartimos el diálogo, las preguntas, la duda del “¿por qué?” de algunas cosas que nos corrompen. Pero, más allá de todo esto, aún nos queda la capacidad de pensar, el diálogo amigo que compartimos con el otro. Un mundo más justo, más alfabetizado, más igual para todos no es utopía, es un derecho. Y hoy, en esta época de “vacas flacas”, como decía Yupanqui, es necesario volver a la re-pregunta, volver al diálogo y volver, finalmente, a la duda. No todo está escrito ni explicado, no todo está sabido, no todo está del lado del poder. Hoy es Sócrates la excusa para hablar de “nosotros”; mañana será otra, pero, en el fondo, siempre hablamos de “nosotros”, los de pequeñas escaramuzas por grandes transformaciones.
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